Recuerdo que al llegar a casa del trabajo (después de más de 8 horas de haber salido), yo regañaba a Eddie (mi Bassed necio y orejón ) por haber llenado de pipís y cacas toda la sala y comedor.
Recuerdo preguntarle ¿por qué eres tan mal agradecido? después de que me había gastado tanto dinero en él. Había veces que al salir a caminar al parque, le explicaba que no debía jalarme, porque podía lastimarme.
Otras veces antes de irme a trabajar le pedía que por favor no ladrara, porque si lo hacía la casera nos pediría irnos a vivir a otro lugar.
Fue así que después de no lograr comprender porque no hacía caso a mis peticiones, decidí estudiar como
se comunican los perros con los humanos y fue entonces cuando caí en cuenta que los humanos tenemos
la tendencia a querer educar a los perros como lo haríamos con un
niño. Lo que considero importante enfatizar sobre este comparativo, es que los perros y los niños-humanos tienen necesidades y tiempos diferentes, al igual que las formas de aprender y socializar.
Aprendí que no actúan con maldad, que hacen las cosas por conveniencia y que conocen el mundo por medio de la nariz.
Y lo que más me impacto fue aprender que nuestras emociones los afectan directamente y pueden ser los detonantes de sus conductas reactivas.